sábado, 27 de septiembre de 2014

Mi Bella Dama [Capítulo 34]



Isabela: (con lágrimas en los ojos) Tienes razón, soy una tonta, una patética. No tengo a dónde ir… Sean Gonzalo el abuelo, están muy fríos conmigo. ¿Por qué soy tan desobediente? (muy triste). En mi mente… Solo puedo pensar en ti (Luciano se sorprende) Por eso estoy aquí.

Isabela y Luciano se abrazan. La primera termina llorando sobre él. Un momento después, Luciano habla con Flor y Pepita dentro de la casa de éstas.

Luciano: Solo se quedará por unos días más, hasta que el abuelo pueda perdonarla, o encuentre un lugar más cómodo. Espero que no tengan ningún problema en ello.



Pepita (sonriente): Claro que no Luciano, la señorita Isabela se quedará aquí temporalmente. Flor y yo dormiremos juntas en mi habitación (a Flor). Ve por favor a ayudarle con la organización del cuarto donde se quedará mientras tanto.

Flor un tanto molesta se retira de allí y va al cuarto donde se quedará Isabela. Ésta la sigue agradecida. Pepita también se va, por lo que Luciano aprovecha para llamar al director Alfonso.



Dr. Alfonso (en la otra línea): ¿Mayordomo Castaño?

Luciano: Sí señor, lo llamo para decirle que acepto su propuesta. Le diré cuando regreso a la mansión.

Dr. Alfonso: Está bien, se lo agradecemos demasiado. Hasta luego (cuelga).

En la mansión San Miguel, el director Alfonso se dirige a la oficina de don Humberto.

Dr. Alfonso: Don Humberto, el mayordomo Castaño me acaba de llamar, para informarme que seguirá trabajando en la mansión.



Don Humberto: Eso es bueno. Debo admitir que me preocupa mucho Isabela, pero de esta forma, aprenderá a ser independiente sin mi ayuda. Como te lo he comentado, el día que yo falte, ¿qué será de ella? Por el momento, logra contar con la suerte de ese muchacho que la está ayudando.

CASA DE FLOR Y PEPITA
CUARTO DE FLOR

Flor termina de ayudarle a Isabela a organizar el cuarto que es de ella, pero lo desocupa para que la dama pueda estar ahí.



Flor: A la próxima organiza tú misma las sábanas. Por cierto, espero que no vayas a usar como pretexto tener miedo para llamar a Luciano.

Isabela: Eso nunca pasará, no te preocupes (Flor se iba a ir pero Isabela la detiene). Flor…

Flor: (sonríe) ¿Me vas a agradecer? Hazlo con Luciano, por él es que estás aquí. Buenas noches.

Flor se retira. Isabela se acuesta en la cama.

Isabela: Creo que estoy viviendo bien… (Sonríe)

AL DÍA SIGUIENTE
CASA DE FLOR Y PEPITA
CUARTO DE FLOR

Ha amanecido, no es muy tarde. Isabela aún sigue durmiendo, de repente siente una presencia que la empuja. Despierta alarmada.



Luciano: ¡Oye! ¿Por qué sigue durmiendo? Si quiere seguir viviendo aquí, debe hacer algo. ¡Vamos señorita!

Más tarde, Flor y su madre Pepita, desayunan en el jardín de la casa. Hay una mesa pequeña en la que está servida la comida. Luciano se sienta a comer. Isabela con dudas, también hace lo mismo.

Luciano: Coma señorita, usted deberá lavar los platos. No crea que vivirá aquí sin hacer nada. Más tarde tendrá que irme a ayudar en la florería. ¿Entendido? (Flor y Pepita ríen).

Isabela (sorprendida): ¿¡Eh!? No puedo hacer eso… No sé lavar platos, ni arreglar flores.

Luciano: ¿Cómo que no? Sino sabe, pues tendrá que aprender.

CASA DE CARLOS
SALA

Carlos acaba de recibir una llamada. Ríe contento, luego se acerca a su familia, quienes están sentados frente a una mesa ancha y grande, donde hay un pastel de bodas.



Adela: ¡Feliz aniversario de casados papá y mamá! (a Cecilia). Te deseo de todo corazón que tu suerte cambie mamá. Pronto serás la señora del grupo San Miguel.

Cecilia: (sonriendo) ¡Oh, gracias hija! Aunque son palabras vacías, gracias.

Carlos: ¿Palabras vacías? (ríe). Esas palabras pueden llegar a ser ciertas.

Cecilia (extrañada): ¿Qué quieres decir?

Carlos (recio): Acabo de recibir un reporte del detective que contraté hace tiempo. Al parecer Humberto no pasará de este año (ríe). Por fin ese viejo tendrá que morir, ahora sí seremos nosotros los dueños de la empresa. ¡Al fin! Además, me informaron que Isabela está en casa de su mayordomo. Humberto no la quiere ni ver (ríe). Pero nuestro propósito es que esa muchacha se quede completamente sola. Hay que hacer algo para que se separe del tal mayordomo.

Felipe que también está presente, se levanta de la silla donde estaba sentado.

Felipe (enojado): ¿Por qué son tan insensibles? ¡Los odio a todos!

En un momento de enojo del niño, sale corriendo de allí, dejando a Carlos, Adela y Cecilia muy sorprendidos y extrañados por la reacción de Felipe.

CAFETERÍA DE LA CIUDAD

Gonzalo y Flor toman café en una cafetería. Ambos conversan.



Gonzalo: ¿Entonces Isabela está en tu casa?

Flor: Sí abogado, en este momento seguro debe estar con Luciano en la florería. Al principio pensé oponerme en su llegada, pero cambié de idea.

Gonzalo: ¿Para qué me citaste hasta acá? Debes tener algo importante que decirme…

Flor: Te lo diré de manera directa… ¿Qué te parece si formamos una alianza? (sonríe).

Gonzalo (molesto): ¡Por favor! En estos momentos no estoy de buen humor para sentarme a bromear contigo. Lo siento.

Gonzalo se levanta de su asiento, y se retira de la cafetería.

Flor: ¡Qué orgulloso! No se ha dado cuenta en el momento en que está. A este paso, va a perder a la Isabela esa (se cruza de brazos).

FLORERÍA DE PEPITA

Isabela rompe una de las macetas donde están las flores. Se asusta.



Luciano: ¡Sino tiene nada que hacer, qué bonito sería si se queda sin hacer nada!

Isabela: ¡No fue mi culpa! Es que la tienda es demasiado pequeña. No te preocupes, te pagaré el doble de los perjuicios que haga.

Luciano: Por cierto… ¿El abogado Martínez no la ha llamado?

Isabela: No, no creo lo haga. Es demasiado orgulloso.

Luciano: Quítele entonces el orgullo. Vaya donde él, y de hecho dele un regalo (le pasa una maceta con una flor sencilla, Isabela hace mal gesto). ¿No le gusta? Entonces escoja una a su gusto.

Isabela sale de la florería. Mira muy sonrientes las flores que hay allí. En un momento dado, Gonzalo llega al lugar. Se baja de su auto con prisa, va hacia Isabela y la toma del brazo con brusquedad. La aleja de la florería a unos metros. Luciano de lejos, los observa.



Gonzalo (frío): Yo… En verdad no comprendo por qué tienes que estar en este lugar. ¿Por qué tiene que ser aquí? Donde esa persona está. ¿Por qué a su lado? Sepárate de él. Por lo que veo, te cuesta mucho Isabela.

Gonzalo abraza a Isabela al verla triste por sus palabras.

Gonzalo: Lo siento mucho… Lamento lo que está sucediendo.

Luciano de lejos los mira, guardando silencio. Horas más tarde, Isabela está en un parque del barrio. Está sentada en un columpio, un tanto desanimada. En ese momento Luciano se acerca a ella.



Luciano: ¡Isabela! (se sienta en un columpio al lado de ella). ¿Hay algo que te tiene triste? (Isabela lo niega con la cabeza). ¿Entonces por qué estás aquí sentada sola? Ah, seguro está descontenta porque la llamé por su nombre, ¿no?

Isabela: No es eso…

Luciano: Vi que hoy vino el abogado. Seguro se reconciliaron, ¿o me equivoco?

Isabela: No lo sé.

Luciano: Entonces de ser así, debería estar más animada. ¿Debería yo de alegrarla? (hace una breve pausa mientras Isabela lo mira). Discúlpeme, pero imitaré a su abuelo.

Isabela: (ríe) ¿Al abuelo?

Luciano: Mire… (Imitando a don Humberto en broma) ¡Mayordomo Castillo! ¡Mayordomo Castillo!



Isabela de repente suelta una risa. Luciano sonríe, se levanta del columpio y empieza a hacer marionetas frente a ella. La bella dama no deja de reír, divirtiéndose en el rato.

AL DÍA SIGUIENTE
ALMACÉN DE ROPA

Isabela está pidiendo trabajo en un almacén donde se vende ropa. Hace un rato, discute con la dueña del lugar.



Señora: ¿Cómo se atreve a ser tan engreída? Me he dado cuenta que usted no tiene experiencia de vendedora. Es una maleducada.

Isabela: ¿Sabe quién soy? ¿¡Ah!? Soy Isabela San Miguel. Recuerdo perfectamente que una vez salí en una de sus prendas de ropa. ¿Quiere que la demande?

Señora: ¡No sea tonta! Isabela San Miguel salió en ropa de mujer hace mucho tiempo. Además pedimos permiso y pagamos una gran cantidad de dinero para eso. No creo que usted sea Isabela San Miguel. Que porque se parece un poco, no puede venir a engañarme (ríe).

Isabela intenta lanzarse hacia la señora del almacén, pero Luciano que estaba respaldándola, la detiene y la saca de allí.

Luciano: ¿Por qué pelea de ese modo? Así, nunca conseguirá trabajo en ninguna parte.

Isabela (molesta): ¿Trabajo? ¡Ah! Ya me cansé de pedir trabajo. No quiero hacer nada.

Luciano: Pero debe de hacerlo, así tendrá un modo de subsistencia.

Isabela enojada se va de allí muy de prisa. Luciano la sigue tratando de calmarla. Más tarde, están en la casa de Flor nuevamente, almorzando.

Luciano: ¿Ya se le pasó el enojo?

Isabela: (asiente con la cabeza) Sí. Oye, esta comida que preparaste está deliciosa. ¿Quién te enseñó a prepararla?

Luciano: Mi madre cuando yo era un niño. ¿Y a usted qué te enseñó tu mamá?

Isabela: No lo recuerdo… Murió cuando yo estaba muy joven.

Luciano: ¿Y no recuerda nada de ella? ¿Algo que se le venga a la mente donde haya estado con ella?

Isabela: Solo uno: Recuerdo que una vez fui a casa de mi abuelo. Estaba bajo un enorme árbol, llorando sola. Estaba muy asustada, y en ese entonces, mamá llegó y me abrazó muy fuerte. No recuerdo nada más.

Luciano: ¿La extraña?

Isabela: Creo que sí… Pero en tanto tenga a mi abuelo a mi lado, estaré muy bien (sonríe). Y como él vivirá una larga vida a mi lado (Luciano suspira). Pero, no sé si él si quiere seguir conmigo. Ni siquiera me ha llamado, a saber en qué estado me encuentro. Qué tristeza.

Luciano: No diga eso señorita, él la quiere mucho (le sonríe).

MANSIÓN SAN MIGUEL
SALA

Don Humberto está sentado en un sofá que hay en la sala de la mansión. Tiene en sus manos una foto enmarcada de Isabela. Le sonríe un tanto triste. En ese momento el teléfono de la mansión suena. Don Humberto contesta.



Humberto: ¿Hola?

Gonzalo (desde la otra línea): Don Humberto, ¿cómo está? Soy yo, Gonzalo Martínez.

Humberto: Ah, hola muchacho. Yo estoy bien, gracias. ¿A qué se debe tu llamada?

Gonzalo (frustrado): No sé si lo sabrá, pero su nieta Isabela está en casa del mayordomo Castaño.

Humberto: Como lo acabas de decir, lo sé.

Gonzalo: ¿Entonces por qué lo permite? Eso me molesta. Preferiría a que estuviera en su mansión, a estar con él. Como sabrá, quiero casarme con ella.

Humberto: No puedo impedir que él la ayude. Además lleva mucho tiempo siendo su mayordomo. También quiero que mi nieta se case, contigo estaría muy bien, pero estoy seguro que tus padres no estarían de acuerdo.

Gonzalo: Lo sé, pero lucharé para que la aprueben como mi futura esposa.

CASA DE FLOR Y PEPITA
JARDÍN

Isabela está barriendo las hojas de los árboles que caen en el jardín de la casa, e inesperadamente, llega Lupe, la ama de llaves de la mansión San Miguel. Isabela al verla, no lo piensa dos veces y va a abrazarla. Un momento después, ambas están sentadas en una banca del mismo lugar, conversando.



Isabela: Sí Lupe, me toca hacer de todo (hace un puchero). Debo barrer, lavare platos, cocinar, limpiar. ¡Ah, estoy agotada!

Lupe: Pero aún así, te veo más feliz que de costumbre, ¿no es así? Siento que estás alegre en este lugar. Amas a alguien, ¿verdad? (Isabela solo le sonríe). Solo espero que puedas conseguir a alguien que sea perfecto para ti, no enamorarte de alguien que no valga la pena, o que viva peleando contigo.

Isabela: Seguiré sus consejos (le sonríe).

Lupe: Creo que me iré ya, tengo muchas cosas que hacer.

Isabela: Qué lástima Lupe que se marcha tan rápido. Y… Gracias por venir a visitarme.

Lupe mira a Isabela muy extrañada, pues le sorprende las nobles palabras que menciona.

Isabela (desconcertada): ¿Le pasa algo?

Lupe: No, no te preocupes. Me iré ya señorita, hasta luego.

Lupe se levanta de la banca y sale de la casa. Flor llega corriendo, un tanto emocionada.



Flor: Veo que ya empieza a tener visitas, no siendo su casa.

Isabela: Oye, creo que tengo mis derechos si pagaré. He hecho muchas cosas por estar aquí. Hasta tengo ampollas en las manos.

Flor: ¡En fin! (ríe con malicia). Hoy vas a cocinar, ¿entendido?

Isabela: ¿Qué dices? ¿Crees que sé hacerlo?

En ese momento Luciano se acerca a las chicas, para desarmar la pelea que estaba por llegar.



Luciano: ¡No te preocupes Flor! Yo cocinaré por ella.

Flor: Deja de ponerte de su lado.

Luciano: No lo estoy haciendo. Es que no podemos confiar en lo que pueda cocinar.

Isabela (molesta): ¿Cómo te atreves a pensar mal de mí? Podría cocinar, pero no aseguro que lo haga bien, porque nunca lo he hecho (mirando a Flor).Solo recuerdo cuando por culpa de él, tuve que pagar bastantes horas de servicio comunitario. Igual, no cocinaré.

Flor: (ríe) ¿Qué dice? Debe de hacer algo o no podrá seguir sosteniéndose bajo nosotros (en tono de burla). ¡Ah, ya sé! ¿No es usted una experta para pisotear y dar patadas?

Luciano y Flor se miran entre sí, pensando igual y a la vez preocupando a Isabela, que está extrañada por lo que la pondrán a hacer. Un momento más tarde, Isabela está lavándose los pies. Luego, se mete en una ponchera muy grande que está llena de jabón y ropa sucia. La muchacha la va aplastando pisoteándola con el fin de terminar de lavar más rápido.

Isabela: (riendo) ¡Ven acá! No te quedes sin hacer nada.

Mientras Flor cada vez traer más ropa sucia acumulada, Luciano también entra a la ponchera, ayudándole a Isabela. Ambos se tiran el agua que está allí, riendo y divirtiéndose. Llegada la noche, la bella dama se sienta en una banca del jardín.

Isabela (cansada): ¡Ay, por Dios! Todo lo que hice hoy… Barrer, lavar ropa, incluso acabo de ayudar a Flor en la cena.

Luciano: (llegando) ¡Esto está muy bien señorita! (se sienta al lado de ella). Así que le ayudó en la cena a Flor, ¿no?

Isabela: Así es, pero ni creas que lavaré los platos. ¡He estado trabajando muy duro!

Luciano: No está nada mal que esté trabajando duro. Señorita… ¿Sabe cuándo se ve más bonita? (Isabela se extraña). Cuando parece una chica dulce, inocente y un poco tonta. Comparada con la Isabela anterior, me gusta más la de ahora (sonríe). ¿Qué hace? ¡Vamos! Entremos toda la ropa que lavamos.

Luciano se para de la banca y empieza a descolgar la ropa que está colgada en los colgaderos que hay en el jardín. Minutos más tarde, Isabela está en su cuarto, un tanto pensativa y recordando lo que le dijo Lupe.

Lupe: Espero que puedas conseguir a alguien que sea perfecto para ti, no enamorarte de alguien que no valga la pena, o que viva peleando contigo.

En un momento dado, su celular timbra. Isabela contesta, sorprendiéndose al oír la voz de Gonzalo. Más tarde, ambos están en el auto de éste último. Gonzalo conduce, y sonriendo a la vez.



Gonzalo: Qué bien que pudiste venir conmigo. Hoy tenemos una cita muy importante.

Isabela (extrañada): ¿Una cita?

Gonzalo (sonriente): Sí Isabela, vas a conocer a mis padres.

Isabela no hace un buen gesto en su cara, y de hecho se siente en el fondo desanimada. No le agrada del todo estar con Gonzalo.

EDIFICIO INMOBILIARIO
TERCER PISO
APARTAMENTO DE LA FAMILIA MARTÍNEZ

En uno de los apartamentos del tercer piso de un edificio inmobiliario, están cenando Abigaíl y Fernando, los dos padres de Gonzalo. Ambos dejan de comer cuando Isabela y él entran. Los dos se sientan.



Gonzalo: (a sus padres) Papás, ella es Isabela (a Isabela). Isabela, ellos son mis padres.

Isabela, Abigaíl y Fernando se sonríen mutuamente.

Fernando: Pensar que ustedes dos se conocieron por una cita a ciegas que preparó el presidente Humberto San Miguel.

Abigaíl: (sonriendo) Hemos estado hablando, y pensando en mi hijo y en ti, Isabela. Creo que hacen una bonita pareja.

CARRETERA

Luciano está conduciendo su auto viejo en una carretera de la ciudad. Está pensando distraído en Isabela. De repente, se sorprende demasiado al ver tan cerca las luces de otro auto frente a él. Grita de inmediato al chocar con aquel vehículo. En casa de Carlos, éste contesta de nuevo su celular.



Carlos: (contestando) ¿Diga…? (sonríe satisfecho) ¡Muy bien! Espero que su trabajo haya sido efectivo y que ese mayordomo salga bien herido. Hablamos luego (cuelga). ¡Sí! Ahora Isabela se quedará sola.

EDIFICIO INMOBILIARIO
TERCER PISO
APARTAMENTO DE LA FAMILIA MARTÍNEZ



Gonzalo: (sonriendo) Entonces aprueban mi relación con Isabela, ¿verdad?

Fernando: Sí hijo, puedes casarte cuando quieras con ésta muchacha. Eso sí, nos invitan a la boda, eh.

Todos en ese momento ríen, pero hay una interrupción cuando el celular de Isabela suena. Ésta contesta extrañada al ver en la pantalla del móvil, que es Lupe.

Isabela: (contesta) ¿Hola?



Lupe: (en la otra línea angustiada) Señorita… ¿Cómo te dijera? Es que… Luciano, él se accidentó. No sé cómo sucedió. Me enteré porque en el hospital de la ciudad me llamaron a mí, ya que al parecer Luciano me tenía en su lista de contactos. Ojalá puedas venir al hospital ya que él ha estado ayudándote.

Isabela (preocupada): ¡No puede ser! Dios mío… ¿Dónde queda el hospital?

Lupe en la mansión San Miguel le dice a Isabela el nombre del hospital y dónde queda. La muchacha después de eso, cuelga preocupada.

Isabela: Lo siento mucho por ustedes, pero debo irme ya.

Isabela se para de la silla donde estaba sentada y sale del apartamento corriendo. Gonzalo no lo piensa dos veces, y va tras ella.

Gonzalo: ¡Isabela! ¡Ven acá! Tenemos que hablar… (La detiene)

Isabela: Él sufrió un accidente, tengo que ir…

Gonzalo: ¿Quién? ¿El mayordomo Castaño? ¿¡De nuevo él metido entre nosotros!? (Molesto).

Isabela (solloza): Lo siento mucho…



Isabela sin importarle la decepción de Gonzalo, sale corriendo del edificio inmobiliario. Al estar fuera, trata de tomar desesperada un taxi. Después de lograr subirse en uno, se presiona sus dos manos, muy angustiada, y recordando los últimos momentos que ha estado con Luciano. Minutos después, Isabela llega al hospital. Se baja con rapidez y entra allí, no sin antes haberle pagado al conductor. Corre por todo del hospital, hasta llegar a ver a Luciano. Se acerca a él, viéndolo con una parte del brazo vendada y varias curillas en su rostro.

Isabela: ¿Estás bien?



Luciano: Señorita… ¿Cómo llegó aquí?

Isabela (preocupada): Dime… ¿Estás bien?

Luciano: Estoy bien, solo me herí el brazo y algunas partes de la cara.

Isabela: Oye, me preocupaste demasiado… Y estando bien.

Isabela se aleja de Luciano. Éste va tras ella.

Luciano: ¿Está molesta conmigo? No entiendo qué hace aquí. Usted tenía una cita con el abogado Martínez. ¿Cómo es que salió?

Isabela: (sin dejar de caminar) Solo salí…

Luciano: ¿Qué? ¿Por qué?

Isabela: (se detiene al igual que Luciano) Por ti… Me preocupé por ti. Vine por ti.

Isabela con lágrimas en sus ojos, se acerca con lentitud hacia Luciano y lo besa. Después de unos segundos, al ver que él no le corresponde y solo guarda silencio sorprendido, Isabela se desprende él y sale de allí con prisa. Luciano reacciona y va tras ella. Al alcanzarla, la toma del brazo, la gira hacia el y la mira a los ojos directamente. Sin dudarlo, se acerca a Isabela y la besa con dulzura. La bella dama le corresponde. Desde lejos, la cámara los enfoca en el medio de la sala del hospital. Las personas van pasando con lentitud. Ellos dos aún no se separan se ese intenso beso.

CONTINUARÁ…

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